La endodoncia es un tratamiento de conductos con el cual se elimina el nervio dental por completo, y en su lugar se coloca un relleno estéril en el diente con el propósito de que se mantenga sellado, saludable y libre de bacterias. En ocasiones se utilizan materiales con propiedades antisépticas que al quedarse brindan una protección extra de larga duración, manteniendo el diente libre de infecciones.

Para realizar una endodoncia primero hay que realizar el diagnóstico y saber cuál es la razón de que el diente la necesita. De este modo se pueden tomar la decisiones adecuadas, por ejemplo, si el diente necesita la endodoncia por una infección es probable que se requieran antisépticos especiales y un relleno antibacterial.

En caso que el motivo de la endodoncia sea por una fractura, es probable que el tratamiento sea más limpio y rápido, debido a que la causa original no fue por bacterias. 

Posteriormente al diagnóstico, se procederá a anestesiar y realizar un aislamiento completo del diente en cuestión y se comenzará la limpieza completa del diente. Para realizar la limpieza se utilizarán instrumentos muy delgados llamados limas endodónticas, y líquidos antisépticos. Una vez realizada la limpieza se procederá a la colocación del relleno interno, el cual se realiza con un material estéril llamado gutapercha. ¡Y listo!

En pocas palabras la endodoncia limpia por completo el interior del diente, retirando nervio, bacterias y tejido que pudiera afectar tu salud. Todo con el propósito poder rehabilitar un diente y seguirlo utilizando sin que haya infección, dolor o afectaciones físicas como fracturas.

Si, si tu diente es candidato a una endodoncia, se puede evitar una extracción dental.

Después de la endodoncia es importante rehabilitar el diente, esto es: poner una restauración que pudiera ser desde una resina, una incrustación, hasta una corona completa que proteja las partes del diente restante.